jueves, 30 de julio de 2009

Nanjing

Al llegar a Nanjing, tuvimos una impresión muy diferente de lo que después ha sido nuestro “hogar” por 10 días. Al principio, las calles parecían todas iguales, impersonales, sin nada. Pero luego, guiados por las distintas comidas “callejeras”, fuimos descubriendo los entresijos de una ciudad llena de interesantes recovecos e incesante gentío.


Nanjing se abre a la orilla del Yangtze, aunque la vida poco se relaciona con él. Hasta hace bien poco, esta imponente obra de la naturaleza sólo se podía cruzar en transbordador, incluso los trenes usaban barcazas que tardaban 2 horas en el recorrido. Sólo a partir de 1968 una colosal obra de ingeniería comunista permitió el paso continuo. Con esas credenciales teníamos que ver el Yangtze. Cogimos un taxi desde nuestro hotel que nos llevó por atajos que nunca sabremos si en verdad recortaban tiempo o simplemente nuestro bolsillo. Una vez en el puente pudimos ver las vistas de la línea de rascacielos y deleitarnos con el coctel explosivo de la contaminación de los vehículos.


A decir verdad, las ciudades chinas se caracterizaran por una continua neblina y polvo amarillento que dificulta la respiración e impide ver el cielo. De todos modos con los ojos bien abiertos por las luces de neón y la incesante cantidad de nuevas experiencias que brinda la cultura y vida china, la polución poco nos preocupó y disfrutamos de nuestro primer e inolvidable encuentro con Nanjing, la capital del sur de China.

Después de tres días de presentaciones sobre desarrollo rural en China y un poco de turismo fuimos a la zona rural de Nanjing para ver de primera mano el mundo rural chino. Fue una experiencia espectacular… Un paisaje de mosaico de campos de arroz, maíz, sésamo, cacahuete, té y bambú nos descubrió la China profunda… O bueno, quizás lo que los Chinos querían que viéramos como profundo. Aunque poco a poco se va relajando, en China está todo controlado hasta el más mínimo detalle (incluso ahora cada Chino tiene un pasaporte nacional por el que se controla el movimiento dentro del mismo país) y hacen virguerías para complacer al turista y a la comunidad internacional. De cualquier modo, nuestra incursión mereció la pena. Entrevistamos a granjeros que siempre tenían la sonrisa en la cara. Dándonos todo lo que tenían se emocionaban teniéndonos como sus invitados y respondiendo a nuestras incesantes cuestiones.



Ahí unas fotos de un campesino con el sombrero típico, otra de nuestro entrevistado amigo Mr. Tsang, otra de los campesinos a las 11 de la mañana jugando al "majo" un juego tradicional chino y otra mía con la familia de Mr. Tsang.


Uno de los momentos cruciales fue el descubrimiento del entretenimiento principal de los chinos, el KTV o Karaoke. Tras colarnos de improviso en una sala de karaoke no pudimos salir del asombro cuando las mismas camareras del hotel que cada día nos servían la comida se divertían cantando cada cual con más energía junto con una pareja cliente del hotel. En vez de echarnos, nos invitaron a cerveza, a cantar, bailar. Totalmente surrealista… Sin aire acondicionado y sin parar de cantar, hacer fotos y encender cigarrillos no podíamos salir de nuestro asombro al ver el cambio tan radical desde la compostura y serenidad puertas afuera y la diversión y locura con las manos en el micro. Para terminar la noche y refrescarnos, cogimos nuestros albornoces y nos duchamos en la lluvia fresquita de julio. Al día siguiente una sonrisa de complicidad con las camareras del desayuno nos recordó la noche anterior y nuestro primer encuentro con la cultura actual china.

Otro día, ¡más!

domingo, 19 de julio de 2009

Check point China

Vale, si, mucho tiempo y encima escribo directamente desde China, pero ¡qué remedio! Berlín ha sido una estancia muy intensa y he tenido muchas visitas, que no es excusa para no escribir, pero un poco sí...

Bueno, como quiero ir al grano porque aquí ya son las 00:30 del día de mañana allí (6 horas más) y tenemos clases desde las 8.30 hasta las 16.30, os contaré un poco el viaje.

Primero, su poquito de tren Berlín-Frankfurt con Pablo y Jan-Peter, como no teníamos asiento reservado, estuvimos en el pasillo la mitad del viaje, levantándonos y sentándonos. El tren se paró a las afueras de Berlín porque se calentaba el motor, así que con retraso. El vuelo bien, salvo por los controles de temperatura a todos los pasajeros, por lo de la gripe A. Nos dijeron que si había algún contagiado, teníamos que volver, pero afortunadamente todo quedó en palabras. Al llegar a Shanghai tuvimos que entregar unos cuantos formularios a unos asistentes que llevaban mascarilla, ¡que yuyu!

Y voilá, se sale del aeropuerto y se entra directamente en la sauna 35º, 45% humedad, ¡una alegría! Como habían cancelado los buses para Nanjing -nadie sabe por qué, o lo saben pero no podían explicarlo en inglés- pues tuvimos que negociar un minibus que nos acercara a la capital del sur -Nanjing- a 370 km de Shanghai. El hombre, muy amable, nos llevó a un máximo de 80Km/h así que tardamos la misma vida en llegar, hicimos una paradita para comprar unos snacks: en las estanterías de las tiendas uno se encuentra desde patas de gallina aliñadas hasta algodón de carne... y todo en chino para que luego digan "somos lo que comemos", pero ¿qué comemos? Entonces nos compramos unas cervecitas chinas y unas papas Lays de las de toda la vida.

Foto del minibús, que resultó bastante mejor de lo esperado.



Llegamos de noche (aquí anochece a las 19.30), ya sólo a 30º. El hotel está genial, nos han hecho precio de estudiantes (12€/noche y persona), pero es como un Meliá de 3/4 estrellas.




Nuestra primera incursión en la ciudad fue bastante entrada la noche (sobre las 22h) aunque no estamos en el centro la zona de alrededor del campus, donde nos encontramos, parece que les gusta mucho. Nos sorprendió que las peluquerías estuvieran abiertas hasta tan tarde y llenas de chinos y chinas cortándose el pelo y echándose tintes. Había gente tranquilamente paseando y todos los puestos de comida de la calle estaban abiertos, son como las entradas de casas a particulares y allí ves ollas de arroz, carne y verduras.

Acabamos cenando en un restaurante muy apañao, donde tuvimos una comunicación muy fluida con las camareras (la misma que yo tuve con los asistentes finlandeses de la Cruz Roja que me llevaron lso muebles a la casa de Joensuu). Leen, la belga, lleva un librito de esos que pone "point it" y así mismo hicimos, señalamos un "pollo", una "vaca", un "pato", "verduras" y "noodles" y le hicimos a la señora un círculo en el aire como indicando "esto, pues para 10". Nos hinchamos de cenar, pero no sabemos bien qué (otra vez el dicho "somos lo que comemos"). Aquí os pongo una fotito. Lo mejor, los precios: 16€ entre todos...



El desayuno en el hotel, muy completo, arroz con huevos, setas, brocoli, carne, dumplings, sopa... energétito total, aunque han tenido en cuenta nuestra situación europea y nos han puesto café y tostadas también. Pero nosotros, embedidos ya en esta cultura nos hemos cogido cada uno dos palillos y a darle al arroz a las 7.30, igualito que ellos. Después, a las 8.30 de la mañana (sí, domingo a las 8.30) hemos tenido las primeras clases. Introducción a las políticas agrarias, la propiedad del suelo y esas cosas, muy bien para situarte en este contexto tan diferente. Ahí hemos tenido nuestro primer contacto con los compañeritos chinos que están haciendo un "campamento de verano" y ha sido muy curioso. Me imagino a nosotros como a Paco, Titi y Viole en el pueblo pequeñito de India donde estuvieron, porque aquí muchos no han visto a un occidental en su vida y todos se quieren echar fotos con nosotros... Luego hemos tenido cena todos juntos y nos hemos vuelto a poner moraos, esta vez bajo las instrucciones de nuestros compañeros chinos, que nos han explicado el origen y la composición de los platos...



Otro día, ¡más!

P.D.: no puedo subir imágenes porque la conexión aquí no está completamente abierta, así que lo intento mañana!