viernes, 20 de noviembre de 2009

En un tren en China...

Aquí estoy, en un tren tipo AVE que va desde París a Rennes, donde vivo ahora.

Con tanto meneo no pudimos acabar las crónicas chinas, pero espero que con lo que escribimos durante el viaje, os hicierais una idea. Para concluir, puedo decir que:

- China es grande

- Hay muchos chinos

- Hace mucho calor en verano

- Cuando llueve, te mojas muchísimo

Aunque parezcan verdades universales aplicables a todo tipo de lugar geográfico, debido a la magnitud del entorno, estas se vuelven más patentes allí. En resumen, después de las tres semanas de curso donde entrevistamos a campesinos e hicimos planes para arreglarles la vida, nos fuimos de “vacaciones”.

Y empezamos realmente bien, con billetes comprados para un viaje Pekín-Xian de 14 horas de duración en un tren cama estupendamente equipado. Lo malo es que uno no considera que deba estar más de dos horas antes de la salida del tren en una estación china, uno no se acostumbra a hacer colas de 500 personas para pasar el arco de seguridad, ni a buscar el tren en chino… Así que sí, mis eslovacas, Pieter, Pablo y yo, perdimos el maravilloso tren-cama, que tanto ansiábamos coger ya que habíamos pasado la noche escribiendo nuestro trabajo final sobre China.


Foto del tren que debíamos haber cogido, con sus camitas a la derecha (por ahí se ven unos pies...)


Pero no os preocupéis, nos cambiaron el billete inmediatamente, sin ningún coste extra, ¿bien, verdad? Pues como dice el refrán, “no es oro todo lo que reluce”, ya que ahora teníamos el mismo trayecto que hacer pero… sin cama, ni asiento, ni espacio determinado en el ferrocarril. Aunque gracias a esto, vivimos una de las experiencias chinas más auténticas (después del karaoke espontáneo con los trabajadores del hotel, de todo nuestro viaje.

Nada más subir, vimos todos los asientos del vagón (y del tren) ocupados, menos uno, que cogimos Pablo y yo. Imaginaos un cercanías de Renfe, la mitad de estrecho, con sus cuatro asientos a la izquierda y sus otros cuatro a la derecha. El “aire acondicionado” era responsabilidad de unos ventiladores estratégicamente puestos en el techo que no movían el aire ni de broma y de las ventanillas abiertas.

En cada cuatro asientos, había un mínimo de 6 personas, cuatro sentadas y dos en los pies de los que estaban sentados. Como la gente es supersolidaria, a Monika le ofrecieron una maleta que pusieron en el suelo para que se sentara sobre ella y Zuzana, se compró una minisilla plegable en la puerta del tren para hacer lo propio. Pedrito se quedó de pie, entablando conversaciones y fumando con la gente que se había “sentado” en los lavabos y el suelo que hay entre vagón y vagón. En fin, que todos acoplados.

Esto es gente en los lavabos, es una foto de internet, ya que yo no tengo fotos propias

Colas para comprar billete...

Era hora de comer, así que, en turnos y para no perder nuestro espacio de suelo reservado y altamente cotizado, nos levantamos primero Monika y yo y vamos al vagón cafetería donde comimos pollo con pimientos y arroz. Allí escuchamos el rumor (y lo entendimos porque eran un chino y un inglés los que hablaban) de que, a partir de las 22h, al cerrar el restaurante, uno podía “comprar” un asiento del bar por 3€ hasta las 9 de la mañana del día siguiente. A nosotras se nos iluminó el rostro, ya que esa sería una buena solución a nuestra situación de “sin sitio”. Un problema, eran las 18h y había que ocupar esos asientos del restaurante hasta el momento en que los pudiéramos pagar, no sea que fuesen otros los que se quedaran con ellos. Así que nuestra cena se alargó una hora más, aunque vaciamos los platos en cinco minutos, ¡qué hambre! Volvimos a nuestro espacio solar (de suelo) para que los otros tres fueran a cenar y a ocupar los asientos hasta la hora “h”.

Foto aleatoria de comida china, ni mucho menos lo que comimos en el tren.

Ahí ocurrió la catástrofe. El tren se paró y entraron otras cincuenta personas por vagón, puedo jurar que no exagero. Como la mayoría de los que compran billete sin reserva de sitio, son agricultores, obreros… van cargados de sacos gigantes llenos con todas sus pertenencias. Os podréis preguntar que dónde se metió tanta gente por vagón y tantos bultos, pues para nuestra sorpresa, la gente se acopla todavía mucho más. Por poner un ejemplo, Monika y yo, que estábamos separadas un metro, teníamos, desde mi posición a la suya: una madre en el suelo con su hija adolescente de pie, apoyada contra la pared; una señora sentada en el suelo; una pareja sentada en el suelo y uno encima de otro y luego, Monika. Llegóun momento en el que no la veía entre tanta gente.

Y bueno, otra vez todos milagrosamente acoplados, ¿puede pasar algo más? Pues por supuesto, ¡estamos en China! Cada media hora, venía la señora del carrito con frutas, noodles instantáneos y otras cosas. Después de ella, venía el de las revistas y para terminar el tour de interventores-coñazo-con-carrito, había uno que explicaba las ventajas de lavarse los dientes y luego vendía los cepillos (o explicaba las desventajas de fumar y luego vendía unos filtros milagrosos que aún no sabemos para qué exactamente servían). Y por supuesto, pasaban pallá y luego, pacá otra vez.

Si costó acoplarse en el tren cuando subimos nosotros, si costó mucho más encajar los que se subieron en la siguiente parada y si costó levantarse y reacoplarse cada media hora por los interventores-coñazo-con-carrito, más costó que ¡LA GENTE SE QUEDARA QUIETA! Por Dios, no cabía ni un alfiler en el tren y aun así, la gente no se quedaba en su sitio. Que si me levanto a hacer pipí, que si me voy con la caja de noodles a echarles agua caliente, que si vuelvo, que si recojo los noodles que ya están listos, que si voy a tirar las cajas de noodles vacías, que si voy a hacer otro pipí, ¡QUÉ ESTRÉS! Eso, multiplicado por las doscientas personas que estábamos en el vagón. A Monika y a mí nos dio un ataque de risa, porque la situación era insostenible.


Estos son Pieter, Zuzana y Monika, para información.





¿Y dónde están Pablo, Pieter y Zuzana? ¿Se están cenando el vagón restaurante entero? Pues no, resulta que tras el último acople de las últimas diez personas más que entraron en la última parada, no había manera de llegar del vagón del al lado al nuestro, así que recibí un mensaje de Pablo -quien se encontraba a veinte metros de distancia física- en el que ponía “He intentado llegar donde estás, pero es imposible, espero que estéis bien, en cuanto pueda, voy”. ¡Qué desamparo! ¡Qué sensación de abandono! ¡Ay! En fin, a las 22h conseguí verle la cara de nuevo, fue como un reencuentro tras cinco años de separación. Pero duró poco, había que volver al vagón restaurante, porque ya habían comprado los sitios y había que ocuparlos, lo peor es que Monika se fue con ellos (claro, es mucho mejor sentarse en una silla que en una maleta). Así que allí me quedé, desde las 22h de la noche, hasta las 7 de la mañana del día siguiente, sentada en un asiento de tren rodeada de millones de chinos que intentaban dormir de pie o que hablaban de sus vidas. ¡Qué experiencia! Por cierto, escribí unas notas en mi móvil, que es lo único con lo que me podía comunicar (transcribo a continuación):

- Respeto, no hay robos. En el tren, el carrito va totalmente abierto entre millones de personas y nadie hace nada

- Modales: escupir, también en la mesa, además de sorber la sopa y masticar con la boca abierta son las prácticas habituales. Tirarse pedos y eructar en cualquier sitio no está mal visto. Al acabar tu comida, te levantas y te vas, no se espera a nadie

- El tráfico en China se rige por las leyes cósmicas, pero no hay accidentes

- Nadie hace nada hasta que otro empiece

- Son superlimpios en la cocina

- Los chinos son amables, siempre sonríen. Aunque parezcan superficiales, se nota que hay algo detrás que merece le pena descubrir. No son tan simplones como a simple vista

- Disfrutan todos de lo mismo, aunque los padres intenen que sus hijos sean diferentes, ellos no tienen la necesidad de serlo

- Madrugan mucho y duermen por el día pequeñas siestas en cualquier sitio

- Los niños van con peinados y trajes raros... niñas vestidas de hada, por ejemplo

- Aguantan cualquier situación, como esta del tren, con su mejor cara, sin quejas y solidarizándose con los demás

- Y, por cierto, ¡no huelen mal!


...pronto, desde Rennes con amor!