jueves, 13 de agosto de 2009

Beijing, Pekín, ¡para los amigos! (pocas fotos, imposible subirlas desde aquí)



Pekín es una ciudad con muchos contrastes, igual que Nanjing, y puede ser que igual q todas las grandes ciudades chinas. El centro es como calle Nueva elevado a la enésima potencia, con sus letreros horterillos escritos en chino y con la música semejante a la del Bershka sonando por todas partes.




El primer día que salimos a investigar, nos paseamos por los chiringuitos de comida que, desde los juegos olímpicos, son todos iguales y ofrecen más o menos lo mismo por precio similar. Comer allí es un poco más caro (de 50 céntimos a 1.5 € en lugar de comer por 20 cént
imos) que en los demás puestos de la calle desde lo más común (los noodles fritos, los dumplings, los pinchitos de cordero –a los que nos hemos aficionado-, la fruta fresca y con caramelo) a lo más raro. Antes de llegar a China, nos dijimos que había que probarlo todo, y así estamos haciendo. Pues bien, aunque el área gastronómica se merezca su propio apartado, es necesario enumerar algunas “delicias y rarezas” que nos hemos ido encontrando. Una de las cosas más comunes son las patitas de pollo, con sus uñitas y todo, se encuentran en paquetes al vacío para tomar como chucherías, o bien calientes en plan estofado. La textura es de tipo gelatinoso y el sabor es un poco indeterminado. Y bueno, hablando de pollo, nunca se te puede olvidar poner la cabeza entera en la sopa, que es otra de las delicias. En los puestecitos de Pekín, abundaban las tripitas de cerdo, se puede asemejar a los callos, por lo picante, pero se acompaña de verduras rehogadas en una sartén tipo Wok. También, hay unos pinchitos que parecen cucharas de sacar la miel, con distintos discos formando un capullo y efectivamente, eso es lo que son, capullos de gusanos de seda; así que los probamos, es como una explosión de marisco blando y calentito en tu boca, aunque el capullo en sí, después de dorarse a la parrilla es como una cáscara de gamba que no pudimos evitar escupir. Como los puestecitos son bastante turísticos, pues tienen algunas otras especies como serpiente, escorpión, ciempiés, pene de oveja, estrella de mar, arañas, caballitos de mar, escarabajo… Pues de estas diferentes delicias sólo probamos la serpiente. Aquí hay que hacer una pequeña pausa, porque enviamos a los miembros masculinos a negociar el precio (Pablo, Pieter y Jan-Peter) y les timaron; ellos, que sólo querían probar y comprar dos pinchitos de carne de serpiente, acabaron con cinco pinchitos de carne de serpiente y cinco pinchitos de piel de serpiente. Total, un dineral, porque eso sí es caro y demasiada comida que no pudimos digerir. La piel sabe también gelatinosa, pero la carne es exquisita.



La zona rural que visitamos en los alrededores de Pekín es increíble. Fuimos a un pequeño pueblo llamado Bamudi (el significado es Ba= ocho, mu=0.11 hectáreas y di= lugar o tierra, o sea, la tierra de ocho mus) rodeado de montañas con bosques increíbles, un río con peces y menos de 200 habitantes. Esta vez hemos hecho un estudio más interactivo, hemos paseado haciendo un transecto con los campesinos, hemos hecho un mapa comunitario y hasta una reunión en la plaza del pueblo con dos grupos (uno de mujeres y otro de hombres). Nos ha gustado mucho porque nos hemos relacionado más con los campesinos que en Nanjing y hemos practicado otras formas de entrevistarlos más divertidas. El sitio es una pasada para el turismo en Europa, pero para los chinos, no tiene ninguna atracción, ellos no se relajan haciendo montañismo y observando un paisaje de vegetación y aire fresco. Así que el pueblo está perdiendo gente y las estrategias de desarrollo propuestas no están siendo efectivas. De la misma manera, no creo que nuestro diseño de las estrategias pueda ayudarles mucho. En el pueblo aprendimos a jugar Mah jong, un juego tradicional chino con piezas como de dominó, donde uno tiene que hacer cuatro tríos y una pareja para ganar.



Y por supuesto, hablando de Pekín, no podía faltar la muralla. De la muralla en sí, sólo quedan tres partes visitables, una superfamosa y otras dos menos conocidas. Pues sí, a nosotros nos llevaron a la superfamosa, aunque fuimos en la dirección contraria a los chinos, porque ellos tienen que tocar una piedra concreta y nosotros queríamos visitar la muralla sin tanta afluencia de público. Es increíble, hay partes tan empinadas que subes las escaleras como si fuera una de mano, totalmente vertical. La vista se te pierde en el horizonte y no terminas de ver la majestuosa construcción. Las partes visitables están restauradas, pero se puede ver la muralla original en algunos sitios y no difiere mucho de la actual. Nos gustó, aunque a todos os recomiendo visitar la muralla desde los otros accesos (no desde Badelin, o algo así).



Tampoco puede faltar visitar la ciudad prohibida, con sus diferentes edificios desde el más grande al más pequeño, todos en línea. El primero, para que el emperador diera sus discursos, el segundo, para relajarse antes de dar el discurso, el tercero, para vestirse antes del discurso y luego muchos otros para pensar, recibir a las concubinas y muchas otras cosas más. Es increíble que semejante edificio estuviera cerrado tanto tiempo al resto de los mortales…
Y cómo no, el palacio de verano, donde el emperador se desplazaba durante las vacaciones. Es un parque enorme con millones de edificios preciosos y un lago en medio. No pudimos evitar alquilar unos hidropedales y dar un paseito refrescante. Como el día estaba nublado, todo tenía un aire mísitco y particular, que no disgustaba para nada.






Ahora estamos en Xi'an, y ya os escribiré sobre este sitio en los próximos días.